El glifosato, es el herbicida más usado en todo el mundo para eliminar la vegetación no deseada en los cultivos agrícolas y también en jardinería. Fue comercializado por primera vez por la empresa estadounidense Monsanto con el nombre de Roundup en la década de 1970. En 1996, Monsanto empezó a comercializar semillas genéticamente modificadas para ser resistentes al glifosato, entre ellas la soja, maíz, alfalfa o remolacha azucarera. La patente que poseía Monsanto pasó a dominio público en el año 2000. Actualmente lo producen varias firmas con diferentes nombres.
¿Cómo funciona el glifosato?
Las plantas absorben el glifosato y este inhibe la actividad de una enzima que impide la fabricación de ciertos aminoácidos esenciales para el crecimiento de la planta. Finalmente, toda la planta muere, siendo incapaz de rebrotar y recuperarse. Su efecto en las plantas no es selectivo, lo que significa que mata a la mayoría de ellas cuando se aplica.
¿Por qué se utiliza el glifosato?
Los agricultores utilizan glifosato como herbicida para el control de gramíneas, así como plantas de hoja ancha. Estos herbicidas han demostrado ser importantes herramientas para el manejo de malezas. Hay que señalar que dicho manejo debe incluir otras técnicas o herbicidas, como la rotación de cultivos o labranza. Un herbicida aplicado correctamente puede ser excelente herramienta para favorecer el control de la vegetación.
¿Por qué es controvertido el glifosato?
Desde hace varios años se ha puesto bajo investigación si el glifosato puede generar efectos negativos a largo plazo, tanto para el medio ambiente y los cultivos en los que se emplea, como para las personas que están en contacto con él. En 2015, la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha clasificado el glifosato como “probablemente cancerígeno para los seres humanos”. Ese mismo año la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria concluyó que ese riesgo resulta “improbable”, aunque al mismo tiempo aseguraba no poder llegar a una “conclusión firme”.